domingo, 21 de octubre de 2007

Descubriendo Trujillo

Trujillo me decepciono como primera impresion. Era la estrella de mi viaje, mi ciudad natal aún desconocida, la que había esperado tanto y con tanta ilusion para descubrir.
- Es una ciudad lina, te va a encantar; es una ciudad preciosa; es de lo mejorcito del norte; es una belleza. Había oido toda clase de elogios sobre ella. Pero al llegar cansado, mochileando con sueño a las 8.00 am me recibido una Plaza de Armas vacia, sin vida y con edificios tremendamente bajos de una planta, hasta la colorida catedral estaba retirada unos cuantos metros de la plaza. Sin multitud de ordamentos y humilde altura.
Como muchas cosas en la vida la desmesurada expectativa mata el acto de descubrimiento y su justo valor. Mi imaginario y yo esperabamos ansiosos una ciudad monumental, con una ostentosa plaza de piedra como la arequipeña, una majestuosa y gigantesta catedral barrocamente decorada presumiendo su grandeza pasada y su nobleza colonial. Sacando pecho de si misma y galardeando coqueta tener el mismo nombre que la ciudad del conquistador de el Perú y haber sido también la primera ciudad peruana en declarar la independencia de la metrópoli.
En cambio Trujillo es humildemente baja, pero con enormes caserios señoriales que pueblan toda la plaza y el centro. Enormes puertas y exagerados balcones de madera entre paredes rojas, amarillas ocre y azules. Su belleza es haber permanecido colonialmente provinciana, siendo la plaza rodeado no por mas de 10 casas nobles, sin caer en la tentacion de una enorme municipalidad o un centro de gobierno petreo. Caminado por sus calles cortadas al tráfico por una controvertida medida municipal, se repite el mismo cantar, primeras plantas altisimas, con enrejadas ventanas extremeñas, colores vivos y faroles antiguos, ventanas de barrotes redondeados de madera en verde, marron o barnizados. Techos sin tejar y paredes acabas con sencillas .... bufff...Me falta vocabulario arquitectónico!
La ciudad tambien tiene su olor, no sabria decir a que, quizás sea la ligera brisa del valle de Moche, o lo que llegue de la brisa del mar alejado 10 km. O quizás sea la ausuencia (única en el Perú) de humarelas de los minitaxis ticos. O el olor a la vieja madera de la que estan echas todo los edificios. Sea como sea, huele, y a mi me parecia un olor bonito.
Luego la descubrí de noche en una noche tranquila y templada, pero no con mis ojos sino con los de Cesar Vallejo, el más famoso poeta peruano. Trujillano. Y es que al parecer siempre ha sido una ciudad con grandes personajes, políticos, escritores y poetas. Aquí se formo en Apra, único partido peruano tradicional y activo. Aquí se nacio el grupo "el norte", artistas bohemios norteños que le dieron a las letras peruanas un soplo de aire fresco.
Y parece que aún hay más cosas que descubrir...

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